
Esta crónica de concierto la escribí hace tiempo cuando colaboraba con el webzine “Rock & roll Army”, pero ahora me ha parecido interesante recuperarla y volverla a escribir de nuevo para Motherfucker Club. Para leerla en condiciones hay que hacer un pequeño ejercicio de imaginaciòn y retrotraerse a finales de los 80's, màs en concreto a la sala Arena Auditórium Valencia, Febrero 1989.

Mucho ha llovido desde entonces, pero en los albores de 1989 tuve la oportunidad de vivir en primera persona una experiencia que para mí fue única, irrepetible e inolvidable… el huracán Ramones toco tierra en vivo y en directo justo delante nuestro, arrasando conciencias, planteamientos y divagaciones, huracán que a muchos de nosotros nos hizo entender que nuestra vidas ya no iban a ser como lo habían sido hasta la fecha y que de alguna manera estábamos siendo testigos de una pequeña parte de la historia, un pequeño fragmento de un futuro imaginario global, al menos en lo que concernía al ámbito estrictamente musical.
Algo más de 20 años han pasado desde aquella noche de viernes. Los alrededores de la sala Arena de Valencia estaban a reventar de gente venida de todas partes de la comunidad, todo el mundo concia a los de Queens, no había garito, fiesta o coche que en aquellos días no se convulsionara bajo la hipnosis de los tres acordes . Bebíamos, comíamos y fumábamos en las puertas de los bares cercanos (entonces se podía), se cogían fuerzas para lo que se nos venía encima, un ambiente tremendamente festivo en la calle reflejaba los deseos enfundados en ropa oscura, casi íbamos de uniforme joder, chupas de cuero plagadas de remaches y de chapas (todavía la conservo), la mítica y sempiterna camiseta con el logo de Ramones, Dr. Martens rojas o negras, botas militares mangadas al ejercito y muchos colores en aquellos cabellos de punta que desafiaban las leyes de la gravedad al igual que desafiaban el conformismo propio de aquellos años , era la época de la rebeldía estética, la plena efervescencia del punk en Valencia..

Más tarde, dentro, en la sala, no cabía ni un alma. El escenario estaba a oscuras, la gente se impacientaba, habían muchas ganas de materializar toda la energía acumulada los días previos al evento, muchas voces coreaban al unísono, conformando una sola … ramooones, ramooones!!. Súbitamente se hizo la luz, unos tenues focos en el escenario desatan la locura contenida, cuatro figuras inconfundibles se mueven entre penumbras y se sitúan en el escenario y un acople anunciador entre una guitarra y un amplificador advertía la llegada de los cuatro jinetes del apunkalipsis.
A partir de ahí una noche de adrenalina desbordante, una noche de exceso de alcohol y sustancias prohibidas, nihilismo juvenil pasado por el filtro convergente de la música en su estado puro, excesos los de aquella velada que con el inexorable paso del tiempo nublan mi memoria y me impiden recordar en imágenes con la nitidez adecuada.

Recuerdo a Joey, alto y desgarbado, cuasi estático durante toda la velada, a excepción de algún tímido saltito sobre sí mismo. Su brazo izquierdo pegado al pie de micro servía como punto de apoyo mientras arengaba al personal con el brazo derecho en alto. Una imponente mezcla de fragilidad personal y fuerza escénica. Recuerdo a Johnny, con esa melena tan molona y carismática, a lo suyo, tocando tan rápido como si supiera que esa iba a ser su última noche, la de trabajo que le dio al pipa, nunca vi a nadie romper tantas cuerdas , la de veces que le cambiaron la guitarra al tío, no estoy seguro si alguna vez he visto una demostración de energía parecida.
Recuerdo a Dee Dee, con esa pinta de cabron, con esa cara de mala hostia, de junkie cuyo equilibrio dependía exclusivamente del contrapeso ejercido por su Fender Squier . Ejerciendo de maestro de ceremonias, de director de orquesta, marcando los tiempos con su one,two, three, four!! Para ser del todo sincero he de confesar que del batería recuerdo poco, por aquella época era Marky (que me perdone),

pero quedaba en un segundo plano eclipsado por la tremenda presencia escénica del trío anteriormente citado.
Y todas sus grandes canciones una detrás de otra sin pausas, sin casi dirigirse al respetable, abajo cantábamos a gritos con un ingles algo más que penoso, qué más da!! . Sheena is a punk rocker, Judy is a punk, Gimme gimme shock treatment, Blitzkreig bop, Somebody put something in my drink y asi un largo set list. Tocadas tan rápido, tan fuerte, que no sé exactamente cuántas y cuento duro el concierto.

Apoteósico el final cuando Joey desapareció entre bambalinas y reapareció instantes después enarbolando un enorme cartel donde se leía aquello del “Gabba Gabba Hey” , mientras cientos de personas unidas en una sola voz, en una de esas conjunciones espontaneas que ocurren de vez en cuando le ayudábamos con los coros, que momento más grande!!
Una noche memorable, ni un segundo de tregua, empujones, cervezas por los aires, pogos salvajes, sudor que mezclado con el sonido dio forma a una noche que quedara para siempre grabada a fuego en mi memoria y desde entonces en mi apellido virtual, hey ho ..
PD: Las fotos no son de aquella noche ni mucho menos, son sacadas de la red, por entonces nadie se llevaba la camara a los conciertos, y el que la llevaba no la traia de vuelta a casa. ;)